La región de Sinar, donde se había construido la torre de Babel, acabó convirtiéndose en el centro de uno de los primeros imperios del mundo: Babilonia. Los babilonios se enorgullecían de sus edificios, de su economía y de las religiones creadas por el hombre, y consideraban que su gran ciudad era celestial (bâb-ili significa "la puerta de Dios"). No es de extrañar que, incluso después de su colapso como el centro político, económico y religioso más influyente del mundo, Babilonia se convirtiera en una metáfora de la religión impía y humanista en general. Este aspecto nos lleva al libro del Apocalipsis. Los capítulos 17 y 18 introducen el término "Babilonia" para referirse al último y más influyente imperio religioso, político y económico del Anticristo. Dios nos capacita para vivir en Su Reino y para rechazar el espíritu y las recompensas de los reinos opuestos. Por lo tanto, debemos rechazar a Babilonia porque un día, Dios la rechazará a ella y a los que pertenecen a ella.